Artículo publicado en la prensa con motivo de la implantación de la Ley de Calidad de La Educación (LOCE)
TE ROGAMOS, ÓYENOS.
[TOCCATA]. La Ley de Calidad de la Educación (LOCE) que va a establecer el gobierno del Partido Popular perpetra impunemente un atentado traicionero contra la música, o lo que es lo mismo, contra la cultura. Parece increíble que un Ministerio cuyo deber es salvaguardar una de las pocas cosas que hacen crecer interiormente la vida de las personas —la cultura, entendida en el sentido profundo de la palabra— quiera acabar, desterrar y aniquilar a la música a golpe de una supuesta ley de calidad educativa. Señores: se pongan como se pongan, la música forma parte indivisible de la cultura de la humanidad, y un Ministerio de Cultura no puede, por principios y por decencia, hacer lo que va a hacer. Mejor dicho: si puede (es evidente), pero no debe.
Atención a la ley: de un plumazo, el ingeniero de turno elimina la música en Primero de ESO. Han leído bien. Los alumnos que llegan a la Educación Secundaria Obligatoria se encuentran sin una de las asignaturas que, además de transmitirles conocimientos y valores culturales ‘diferentes’, les intenta enseñar, entre otras muchas cosas, que en el mundo existe el arte musical desde mucho antes que aparecieran estos programas -concursos- basuras que trivializan, prostituyen y falsean todo lo relacionado con la música y la creación. Hace unos días, una alumna de 12 años de primero de ESO, me decía que el año que viene me encontraría a su hermana, que ahora está en sexto de primara, en el aula de música del instituto. Le dije que no; que no habría más música en primero de ESO y que no daría, como le dijo su hermana, la asignatura “más guay”. Pensó, y sigue pensando, que le estaba gastando una broma.
No es ninguna broma. Es el futuro cercano que les espera, y que nos espera. Justo en el momento ideal para que los alumnos tomen contacto de manera general con una disciplina que puede engancharles, que puede motivarles, o que simplemente les acerca a un lenguaje universal de expresión que ha pervivido siglo tras siglo entre nosotros, se les niega. Nada de música en primero. Nada de sacrilegios. De limosna, y en un sin sentido que asusta, proponen una hora de música en 2º de ESO. En tercero, dos horas, pero sólo en el itinerario Científico-Lingüístico. Y en cuarto curso, con el panorama nada claro, posiblemente pueda cursarse música únicamente en uno de los itinerarios existentes.
Estos son, básicamente, los mínimos que impone la nueva ley desde Madrid.
[FUGA]. El Principado de Asturias tiene en su mano, según se infiere de las transferencias educativas adquiridas, el ampliar estos mínimos impuestos. Pero en un alarde de retórica, y pasándo(se) la pelota de Madrid a Oviedo y de Oviedo a Madrid, la voluntad para enmendar el atropello musical es nula. Otras comunidades, incluso con lengua propia y la carga horaria que esto significa, han sabido y han tenido la voluntad de arreglar el desastre y han ampliado esos contenidos mínimos de manera razonable.
Parece que la Consejería de Educación de Asturias no se siente sensibilizada por este problema y considera a la música, en sintonía con los ponentes de la ley, una asignatura absolutamente menor, sin la importancia que en su día le reconoció la LOGSE. Así nos va en la cultura que, día a día, adquieren miles de alumnos que estudian en nuestros institutos. Formados humana y culturalmente en los valores que promueve la televisión idiotizante, el panorama es desolador. Cualquier hecho cultural significativo, acabará, ciertamente, estudiándose en los museos de historia.
Pero el gravísimo problema de la LOCE no es, en el fondo, musical. Lo realmente grave es y será que nuestro gobierno asturiano permita que se imponga, de manera obligada, el estudio de la religión a niveles nunca vistos hasta ahora. Es volver a las cavernas y a la sinrazón. Dígamne ustedes cuántas injusticias, cuánto dolor, cuántas muertes, provocó el escuchar una fuga de Bach (es un decir) y compárenlo con los mismos efectos que produjeron, a lo largo de la historia, las religiones —unas y otras— con las que pretenden que formemos culturalmente a nuestros alumnos. Comparen y elijan. Está, y esta vez de verdad, en sus manos. Por eso, y a quien proceda: te rogamos, óyenos.
Ramón Prada es compositor y profesor de música de educación secundaria
(Oviedo, noviembre de 2003)